El Barbero de Verona by DAVID SILVESTRE

El Barbero de Verona by DAVID SILVESTRE

autor:DAVID SILVESTRE [Silvestre, David]
La lengua: spa
Format: epub
editor: EbookDigital
publicado: 2022-09-14T00:00:00+00:00


13

HACIA VERONA Y LA COLINA DE SAN NICOLÁS

Allí llegó lady Anna, pues el olfato infalible de su corcel «Furia», le llevó directa en la noche veronesa al palacio situado en la piazza delle Erbe, lugar donde se asentaba el Podestá Guglielmo da Osa y padre de Viola y Honoria.

Traspasó los umbrales del palacio cubierta con su capa de invisibilidad, adentrándose hasta el salón principal, donde departían al abrigo de una chimenea encendida el Podestá junto a sus dos hijas, aparecían sentados en sillones suntuosos y entre muebles de madera de la mejor caoba. Se mantuvo con la capa cubierta hasta las cejas, desde donde destacaba solo el contorno de sus ojos, escrutando las estancias y prestando atención a lo que allí se departía.

―Pero, hija mía, ¿decís que a Giuseppe el barbero lo abalanzasteis sobre el Pozo de los Enamorados, desde la colina de San Patricio? ―dijo el Podestá Guglielmo, compungido―. ¿Y desde cuándo fue eso, que nuca me lo habíais dicho?

El Podestá vestido con garnacha, un hombre entrado en años, de lacios bigotes y ojos enjutos, descansaba reclinado sobre una silla de madera maciza tallada a mano con cabezas de león y rosetas, y tapizada de un tono cerezo oscuro. Las paredes de las estancias poseían altos zócalos de roble y colgaba un camafeo majestuoso en sardónice oscuro y blanco, con los retratos de dos atletas con su corona de laurel de la antigua mitología griega, la montura estaba adornada con filigrana de plata, era de estilo bizantino, al lado sobresalía un esplendoroso armario veneciano de nogal.

―¿Cómo iba a decíroslo?, ¡si la ramera y buscona de mi hermana, flirteaba con él a escondidas! ―protestó Viola con el pelo recogido en la coronilla con una negra cofia de hilo.

Viola hacía ostento con un vestido de raso blanco, bordado en color cereza.

―¿Y con qué lo arrojasteis? ―le preguntó su hermana Honoria.

Era pecosa y tirando a trigueña, de cabellera castaña, y algo atezada por el sol veronés, pero menos rechoncha que su hermana Viola. Portaba una camisa de lino de anchas mangas con puños sueltos y un corsé dorado, la falda tenía un dobladillo en tul. Cubría la cabeza con un velo y diadema.

―Con un buen sartenazo ―contestó Viola.

―¿Y por qué esta macabra desfachatez, no hubiera sido más simple con un simple escarmiento, o un tortazo? ―respondió Honoria, descolocada, ante la turbadora revelación de su hermana.

―Por no daros mejor a vos ―le replicó airada Viola―. Y al darle en el cogote sentí perderlo.

―¿Y cómo pudo caber por semejante agujero sin encontrar fin el Barbero? ―se involucró el anciano padre―, pues si he de ser sincero, las nueces que han de caber en una fanega, suelen ser sin cáscara si antes no se anega. Pero a este desgraciado lo habéis arrojado al destierro, cual desdichado Azarías[73] por leproso, ¡ay, las coyunturas de mis pies y manos se me atiborran de úlceras ante lo que oigo!, no he de verter sarcasmos contra la historia evangélica, en referirme al hecho de demonios, y ni con esto



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